3 de mayo de 2019
Brainstorming inverso: el poder de la destrucción
Casi todos hemos participado en un brainstorming o lluvia de ideas, la técnica original del creativo Alex F. Osborn (1954). Pero difícilmente la habremos aplicado correctamente. Y es que su aplicación choca con diferentes problemas:
- por un lado, el brainstorming es un método con procedimientos pautados que muy pocos dinamizadores saben conducir. No se trata de recoger ideas locas y apuntarlas, sino que pasa por todo de procesos que conviene seguir, desde la parcelación precisa del reto hasta la combinación y aterrizaje de las ideas más singulares. Daría para un artículo exclusivo, si os interesa os invitamos a contactar con E2S y lo comentamos.
- además, cualquier lluvia de ideas se encuentra con el juego de roles dentro del equipo (hay quien no se atreve a «soltarse» ante un superior, hay quien cree que sus ideas siempre son buenas) y con los prejuicios más humanos ( «esto ya lo hemos hecho», «esto no puede ser», «la idea es muy buena pero demasiado cara «, …).
El primer hándicap se soluciona con una buena formación y con la llave de toda dinámica: el papel del dinamizador. Para la segunda, a E2S nos hemos acostumbrado a utilizar una variante más moderna y, generalmente, más productiva y más divertida que el brainstorming tradicional: el brainstorming inverso. El brainstorming inverso consiste en girar completamente el reto o el problema que queremos resolver por medio de la creatividad.
Es decir: en vez de construir, vamos a destruir: cómo podemos hacer que nadie quiera comprar nuestro producto, como cerrar la empresa en un año, como arruinarse con una inversión, como conseguimos que nadie visite un destino turístico, como hacemos que nadie quiera comprar en nuestra tienda online, como podemos hacer que nuestra reputación sea la más baja del mercado? Así funciona:
- reclutamos un equipo de entre 6 y 8 personas. Puede ser superior o inferior, pero esta medida es la ideal.
- acotamos el reto real. Un ejemplo sencillo: queremos ser el restaurante de moda.
- giramos le reto: queremos ser el peor restaurante de la ciudad.
- llamamos a las ideas más locas posibles y dejamos que los participantes le lancen de forma desordenada, sin filtros, sin prejuicios, sin ningún «no» por respuesta, todo vale: tratar mal a la gente, poner música heavy metal al máximo volumen, mala acústica que hace que cualquier conversación resuene por todo el local, contaminar la comida expresamente, no coger el teléfono, no responder a las reservas, tener el local siempre sucio y lleno de ratas, gatos comiendo restos de comida sobre las tablas vacías, no aceptar niños, marginar a los discapacitados, cobrar suplementos a los clientes de fuera o que el restaurante haga siempre pudor a vómitos.
- eliminamos ideas duplicadas, combinamos ideas similares y, mediante dotocracia (política de puntuaciones), acabamos con una selección bien cerrada y complementaria de ideas bien locas, no necesariamente factibles.
- el autor o autores de las ideas las defienden.
- giramos las ideas y las positivamos. Siguiendo con el ejemplo, veremos que es fundamental que los clientes se sientan bien tratados, que el local esté impecable y la música sofisticada como cama de fondo y una buena acústica para que toda conversación sólo se sienta en la propia mesa; que debe tener un olor muy agradable donde el cliente se sienta especialmente a gusto; que debemos procurar sorprender al cliente y que pague menos de lo que pensaba que pagaría, regalándole, por ejemplo, el postre o una copa al final; que debemos tener a alguien en la atención telefónica que sea impecable y resolutivo; que debemos ser estrictos con las reservas; que debemos ser sensibles con los niños y fomentar que las familias se sientan bien atendidas. Y así un largo etcétera.
- con las ideas positivadas, ya podemos abordar la forma como hacemos realidad esta construcción de marca, de proyecto o de producto.
Siempre nos gusta pensar de un proyecto que nos llegó hace unos meses a E2S, donde en un brainstorming inverso para un destino turístico salió que una forma de conseguir que nadie quisiera estar en aquella población podía ser que la primera sensación al salir del coche fuera un hedor insoportable. De aquí salió, a la inversa, un proyecto de cultivo de plantas aromáticas repartidas por diferentes espacios de la ciudad, por lo que el visitante siente un olor con la que se siente increíblemente a gusto paseando.
Lo mejor del brainstorming inverso es que elimina filtros y prejuicios. Todo el mundo está preparado para hundir cualquier proyecto. Es el poder de la destrucción: es muy fácil cargarnos un proyecto y nadie puede decir «esto ya lo hemos probado» o «esto no funcionará». Funcionaría. Y, a la inversa, construir en positivo es mucho más fácil de lo que parece. Os invitamos a probarlo.
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