1 de octubre de 2021
Mary Baker, la princesa Caraboo: #029 historia de la semana
1817 en un pequeño pueblo costero de Inglaterra, Almondsbury (cerca de Bristol). Allí, desorientada y con prendas exóticas se movía una joven de aspecto atractivo y cuyo idioma nadie entendía. Ante la atónita mirada de todos e incapaces de descifrar qué decía y porqué se comportaba de maneras tan poco comunes, apareció alguien que sí hablaba el idioma y dio a conocer la identidad de la misteriosa mujer: la princesa Caraboo de la isla de Javasu. Toda una figura de la realeza había llegado accidentalmente a la pequeña localidad inglesa. Pero no era oro todo lo que relucía, claro.
La protagonista de esta historia fue Mary Baker (nació como Mary Willcocks). Hija de una familia humilde y harta de una vida austera trabajando como criada, urdió un plan para cambiar totalmente su destino. Se inventó un idioma a partir de palabras romaníes, consiguió ropas exóticas y comenzó a actuar de una manera diferente para construir un personaje exótico. Una vez creado el avatar, escogió destino: Almondsbury.
Allí se presentó como si estuviera totalmente perdida. Los habitantes, incapaces de entenderla, la dejaron en manos del magistrado del condado hasta decidir cómo actuar. Fue de un lugar a otro, dejando solo crípticos mensajes como Caraboo y ananá (piña en lenguas indoeuropeas), hasta que, sin solución, acabó encarcelada declarada mendiga y acusada de vagancia. Sin embargo, durante ese proceso, un marino portugués (Manuel Eynesso según la historia), era capaz de entenderla y explicó su historia.
Una princesa en Bristol
Así, todos pudieron conocer la historia de la Princesa Caraboo de la isla Javasu. Había sido apresada por piratas, pero consiguió escapar, acabando en Almondsbury. Para darle más credibilidad, un doctor especializado en métodos asiáticos, Dr.Wilkinson, afirmó que las marcas que tenía en la cabeza se trataba de un trabajo de cirujanos orientales y que los extraños símbolos que Mary Baker escribía eran, sin duda, su lenguaje.
Así, Mary Baker pasó a ser una princesa, recibiendo todo tipo de honores y atenciones en un pueblo que no se creía la suerte que tenía y que observaba embelesado las raras costumbres de la nueva: hacía esgrima, nadaba desnuda u oraba a un Dios diferente. La misma familia del magistrado la acogió en su casa para total comodidad. Pero, como no podía ser de otra manera, el boca a boca hizo que la historia fuera lo suficientemente conocida para que llegara a los medios de comunicación de aquella época. Y ahí empezó el inicio del fin.
Una vecina leyó la historia en el Diario de Bristol, reconoció a la joven e informó a los anfitriones. Una vez se desveló su historia, no le quedó más remedio que contar la verdad en su lengua real: el inglés. Mary Baker era hija de un zapatero de Devon que había trabajado de criada y se inventó toda la historia. Las marcas de la cabeza no eran obra de cirujanos orientales, sino de un tratamiento para el dolor de cabeza que le habían hecho en un hospital de pocos recursos en Londres.
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