24 de diciembre de 2021
El Cártel Phoebus: #041 historia de la semana
¿Has oído hablar alguna vez del Cártel Phoebus? ¿Y de la obsolescencia programada? Esta historia comienza hace más de cien años, concretamente en 1904, en el cuartel de bomberos de Livermore, en Ohio. Un electricista enroscaba, sin saberlo, la que se convertiría en la “bombilla centenaria”, que fue fabricada por la sociedad Shelby Electronics y patentada por el francés Adolphe Chaillet. Una bombilla que todavía funciona hoy en día y que sigue brillando para sorpresa de muchos.
Esta longevidad no es de extrañar para los habitantes de la zona, pero sí para el resto de habitantes del planeta, acostumbrados a otro tipo de luces incandescentes, con una vida útil mucho más limitada. Entonces, ¿por qué las bombillas de hoy en día tienen una duración tan corta en comparación con ésta?
La respuesta se encuentra escondida bajo un protocolo de acuerdo firmado por empresas del sector en 1924, fecha en la que surge la primera víctima de lo que hoy conocemos como la obsolescencia planificada: la bombilla.
La obsolescencia programada
Según la definición del diccionario, «la obsolescencia programada es la planificación del fin de la vida útil de un producto de modo que éste se vuelva obsoleto o inservible al cabo de un período calculado de antemano por el fabricante, durante la fase de diseño del producto o servicio». Es decir, se fabrica el producto con un fin de su vida útil.
Por lo tanto, 1924 se convierte en un año clave: un grupo de hombres de negocios se reunían en secreto para cambiar para siempre el pensamiento industrial. Eran fabricantes de bombillas y su idea era asociarse para fundar el Cártel Phoebus, con el fin de controlar el mercado mundial de bombillas eléctricas, creando un monopolio.
Su obsesión por maximizar el beneficio por encima de todo llevó al Cártel a limitar la duración de las bombillas a un máximo de 1000 horas. ¿Cómo lo hicieron? Reduciendo la calidad de las piezas que componían una bombilla para generar más ventas.
Esta decisión se convertiría en la primera aplicación de alcance mundial de la obsolescencia programada. Desde 1924 a 1939, los fabricantes debían enviar muestras de forma periódica a los laboratorios del Cártel para controlar y homologar la producción. Si una empresa sobrepasaba las 1.000 horas de funcionamiento estipuladas, recibía una multa.
Sin embargo, el monopolio también tenía fecha de caducidad: tenía que durar 30 años, pero su vida también se redujo. El Cártel cerró repentinamente con la declaración de la II Guerra Mundial, ya que sus miembros pertenecían a naciones enemigas.
Pero el legado del Cártel es mayor de lo que pensamos: fueron la inspiración para muchas otras industrias, de sectores muy diversos. La obsolescencia programada se convirtió en un modelo económico global y una de las principales causas de sobreexplotación de los recursos naturales.
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