17 de enero de 2020
#041 idea de la semana: la reducción de la huella de carbono
El 1 de enero entró en vigor la nueva normativa de la zona de bajas emisiones en Barcelona, una estrategia de gestión de la movilidad urbana que responde a una tendencia al alza o, más bien, a una necesidad imperante: la reducción de la huella de carbono.
Hemos llegado a un punto de no retorno. Las evidencias científicas obligan a concienciar de la necesidad de un cambio social, enfocado a una vida más sostenible y respetuosa con el medio ambiente. Un tema apremiante, donde los gobiernos y entes públicos tratan de ponerse las pilas. Estados como Francia y Países Bajos ya han propuesto eliminar vuelos cortos, algo que también quiere hacer Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, suprimiendo el puente aéreo entre Madrid y Barcelona con tal de reducir la emisión de CO2 y potenciar el tren de alta velocidad, altamente sostenible.
Pero hablamos de un tema donde cada uno de nosotros puede tener un impacto positivo. Se han desarrollado diferentes propuestas como CeroCo2, una iniciativa donde todo usuario puede calcular la emisión de gases que provoca y ofrece alternativas para compensar esas emisiones. Otras plataformas, como Reforestum, permiten la compensación mediante la reforestación, plantando árboles autóctonos en zonas que lo necesitan y evitando la desertización.
Responsabilidad social, marketing y supervivencia
Podríamos decir que esas tres palabras conforman el eje principal de las acciones empresariales en cuanto a la reducción de la huella de carbono. Todo aquello que afecta a la sociedad, repercute directamente en unas empresas que son parte fundamental de la estructura social. Como aportación, surgen propuestas como la del Banco Santander, que puso en marcha su plan de eficiencia energética 20-20-15, reduciendo consumo de energía, emisiones de CO2 y uso de papel.
Los datos extraídos de diferentes informes relacionados con el consumo y el medio ambiente confirman que, además de ser una preocupación, es un tema que vende. Por esta razón, se ha impulsado la creación de nuevos negocios, productos y aplicaciones con las emisiones de carbono en mente. Un ejemplo sería la aplicación de CleanSpace, que ofrece datos sobre la calidad del aire en tiempo real de cualquier punto. Otras app, como MyUse, permiten conocer la cantidad de energía que consumimos, con tal de generar menos emisiones.
El hecho de vender abre la puerta al marketing, tanto para dar a conocer esos nuevos productos (los denominados de km0, por ejemplo), como para aprovechar la fuerza y el impulso de esta tendencia y sacarle provecho reforzando la imagen de marca. Una empresa respetuosa con el medio ambiente y que trabaja por reducir su huella de carbono despierta más confianza y simpatía en el público.
Y aún queda la supervivencia. No sólo porque ser una empresa “eco friendly” es un hecho diferencial en un mercado ultracompetitivo, sino por los impuestos con los que se carga a las empresas que producen esas emisiones, precios que podrían llegar a los 36 euros por tonelada de carbono en los próximos meses. Esto ha obligado a las empresas a buscar alternativas, consiguiendo que la industria, otrora gran emisora, deje de ser la principal ‘culpable’. El transporte es ya el gran problema. Compensar las emisiones con dinero o en especies sólo sirve para salir del paso. La movilidad eléctrica llama a la puerta.
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