28 de mayo de 2021
#011 historia de la semana: Alfonso de Portago y el beso de la muerte
Corría el año 1957 y se disputaba la Mille Miglia. Allí, reclutado por Enzo Ferrari, se encontraba Alfonso de Portago a los mandos de un Ferrari 335S con su amigo Edmund Nelson de copiloto. Una carrera que Alfonso no quería correr, pero en la que se vio obligado por la escudería porque le consideraba uno de sus mejores pilotos. Durante la competición, según cuenta la leyenda, de Portago frenó su coche para fundirse en un apasionado beso con la que era su pareja entonces, Linda Christian. Poco después, a la entrada de Guidizzolo y a 250 km/h, un accidente acabaría con la vida un multideportista exitoso. El primer piloto español en subirse a un pódium en la fórmula 1.
Nada en la historia de Alfonso de Portago (1928-1957) es usual, empezando por su ascendencia. Nacido en Londres, su nombre aristocrático completo era el de Alfonso Antonio Vicente Eduardo Ángel Blas Francisco de Borja Cabeza de Vaca y Leighton, XI marqués de Portago. Así, hablamos de alguien que no sólo nació en el seno de una familia realmente acomodada, sino que procedía de una familia prestigiosa y de diversos títulos. Como ejemplo, Alfonso era descendiente de Núñez Cabeza de Vaca, reconocido conquistador español participante en varias expediciones; su tío, Vicente Cabeza de Vaca era alcalde de Madrid y su madre, Olga Leighton era una de las mujeres más ricas de Norteamérica.
Rodeado de facilidades y lujos, Alfonso de Portago probó varios deportes como el tenis, el golf, la natación o el esquí. De entre todos ellos, comenzó a destacar como jinete ecuestre de obstáculos, disciplina donde ganó varias carreras e incluso participar en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1956 quedando cuarto. Este talento para el deporte lo unía con un espíritu temerario que le llevó a ser protagonista de varias acciones de riesgo, como pasar con una avioneta por debajo del puente de Londres por ganar una simple apuesta.
El gusto por la velocidad y el riesgo: la F1
Este gusto por la aventura le llevaron a probar en el automovilismo, donde también destacó. Algo temerario, pero con grandes habilidades técnicas, demostró sus dotes en diferentes disciplinas y en diversas pruebas, como las 1000 Millas de Buenos Aires o las 24 Horas de Le Mans, entre muchas otras. Su estilo y sus buenas formas llamaron la atención de Enzo Ferrari, que acabó ofreciéndole un sitio en la Fórmula 1. De esta manera, Alfonso de Portago acabo convirtiéndose en piloto oficial de Ferrari, con un sueldo que llegó a los 40.000 dólares anuales. Es más, en su segundo Gran Premio, el Alfonso de Portago logró el primer podio de F1 para un piloto español, con su segundo puesto en el GP de Gran Bretaña de 1956.
Aunque existe historia detrás de este podio, ya que fue compartido con otro piloto de la escudería, Peter Collins. Era algo habitual en aquella época y se repetiría en otras ocasiones. Sin embargo, no se conformó con ceder su asiento y acabó conduciendo otro coche, el de Castellotti, que había sufrido un accidente y consiguió llevarlo igualmente a la línea de meta.
En definitiva, la siguiente temporada y tras una gran carrera en Argentina, Enzo Ferrari escogió a Alfonso de Portago para participar en la Mille Miglia. Pese a que el primero se negara inicialmente, se vio forzado a aceptar y participar en una carrera que no le gustaba y que consideraba realmente difícil. Y tras un buen inicio y debido a tener opciones de acabar entre los tres primeros, Alfonso de Portago quiso arriesgar (ya le habían comentado que tenía problemas en un neumático) y acabó con trágicas consecuencias. El coche sufrió el reventón de una rueda a excesiva velocidad, provocando un accidente donde perdieron la vida el piloto, copiloto y nueve espectadores. Tras un suceso que copó diarios, se decidió dejar de hacer la prueba, tal como se conocía, ya que fue tildada de peligrosa. Un triste final para una carrera en la cual Alfonso de Portago no quería participar.
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