4 de junio de 2021

#012 historia de la semana: George C.Parker, ¿qué quieres que te venda?

El Puente de Brooklyn, la Estatua de la Libertad o la tumba del General Ulysses S.Grant. No es una colección de monumentos emblemáticos de Estados Unidos, sino que son algunos de los símbolos que George C. Parker consiguió vender a aquellos crédulos que llegaron a adquirirlas. Porque, sí, nuestro protagonista fue capaz de engatusar a varias personas durante años para que le compraran esos monumentos, gracias a un excelente don de gentes y una técnica que fue puliendo con los años. Una estrategia que siguió durante, ojo, 45 años.

1880, un cambio de siglo muy cerca y las urbanizaciones creciendo y volviéndose más sofisticadas, con la entrada de nuevas reglamentaciones y, claro, lagunas legales. Es una época de cierta confusión y grandes cambios, donde reinaba un poco el caos en algunos asuntos como la propiedad pública o privada y la aparición del capitalismo. En estas aguas revueltas fue capaz de pescar un joven llamado George C. Parker, que fue uno de los asistentes a la inauguración del Puente de Brooklyn en 1883.

Tras asistir a tal evento de un monumento de tal magnitud, una idea comenzaba a formarse en la cabeza de George C. Parker. ¿Qué pasaría si alguien pudiera cobrar por cada persona que necesitara cruzar el puente? Esta pregunta era con la que comenzaba a engatusar a incautos a los cuales les ofrecía la posibilidad de adquirir el puente e instalar un puesto de peaje. Gracias a su don de gentes y una buena historia, presentándose como uno de los responsables de la construcción del puente y administrador del mismo, conseguía atraer a no pocos desdichados.

Una vez despertaba el interés del comprador, continuaba. George C. Parker decía ser un arquitecto que amaba su trabajo y que no quería dedicarse a la administración del puente, por lo que estaba dispuesto a venderlo por debajo de su precio real con tal de olvidarse del tema. Los acompañaba por diferentes partes del puente mostrando lugares donde poner la parada de peaje, donde colocar la oficina, etc. En reuniones posteriores, además, Parker hacía su trabajo y se presentaba con títulos debidamente sellados y firmados e incluso contratos de compraventa con los requerimientos legales. Las víctimas se daban cuenta del engaño una vez consumado, cuando la policía se presentaba en el puente para detener la construcción del puesto de peaje de los operarios.

George C. Parker estuvo trabajando en esta estafa durante 45 años, una y otra vez. Si bien es cierto que fue detenido algunas veces con condenas cortas, las que aprovechaba para seguir urdiendo su plan y mejorándolo. Hasta tal punto llegó, que no sólo se atrevió a vender el Puente de Brooklyn, sino que vendió hasta la Estatua de la Libertad o el Museo Metropolitano de Arte a compradores que, ya no se movían por la codicia del dinero, sino por vanidad y el afán de reconocimiento y notoriedad.

En 1928, a los 68 años de edad, George C. Parker fue detenido de nuevo y condenado a cadena perpetua en prisión, donde pasaría los siguientes 8 años antes de morir. Sin embargo, según cuenta la historia, en prisión gozó de un trato exquisito por parte del resto de reclusos, que lo tenían en alta estima y él podía explicar sus historias y dando consejos a otros que querían seguir los pasos de uno de los estafadores más grandes conocidos.

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