16 de julio de 2021
#018 historia de la semana: la batalla de Palmdale
Con este nombre se bautizó al intento por parte del ejército de Estados Unidos de derribar su propio avión no tripulado en 1956. Se trataba de un F6F-5K Hellcat, que dejó de responder a las órdenes y demostró ser un avión realmente escurridizo, pues los dos cazas enviados para derribarlo no fueron capaces de hacerlo tras disparar 208 cohetes y tuvieron que abandonar la misión, a la espera de que al Hellcat se le acabara el combustible y cayera por sí solo. Algo que finalmente ocurrió, pese a que sus restos no se encontraron hasta 1997 en lo que se acabó conociendo como la Batalla de Palmdale.
Se trataba de un día más en la base aeronaval de Point Mugu (California), cuando se disponían a hacer despegar un F6F-5K Hellcat controlado por radio para hacer pruebas de algunos de los últimos modelos de misiles de las fuerzas aéreas americanas. Todo parecía ir bien, hasta que el vehículo dejó de responder a las señales de radio y desvió su trayectoria dirigiéndose a la ciudad de Los Ángeles. Ante el problema que podría causar un avión sin control en la ciudad, el ejército decidió enviar a dos caza F-89D Scorpion.
Debía resultar una misión sencilla: ir, localizar el vehículo y esperar a estar en una zona desierta para abatirlo. Una vez encontraron el momento de acabar con él, se encontraron con el primer problema: un error de diseño hizo que los cohetes no se dispararan automáticamente. Los pilotos se vieron forzados a pasar a disparo manual, encontrándose el siguiente problema: los visores del sistema manual habían sido retirados para instalar el nuevo sistema automático. Por lo que solamente existía una manera de disparar: apuntando a ojo.
208 cohetes y ningún acierto
Mientras los tripulantes decidían cómo actuar, el dron volvió a virar su trayectoria apuntando de nuevo a Los Ángeles, por lo que el margen de maniobra se estrechaba. Finalmente, los pilotos optaron por disparar en 3 ráfagas los 208 cohetes disponibles. Sin embargo, no fueron capaces de derribar al Hellcat (no es fácil apuntar a ojo a esas velocidades) pese a que un solo disparo habría sido suficiente para derribarlo. Una vez que se quedaron sin cohetes y se agotaba el combustible, no les quedó otra que volver a la base.
Calculando que al Hellcat tampoco le quedaría demasiado combustible y no parecía dirigirse a Los Ángeles, dejaron que el avión cayera por sí mismo. Lo hizo en una zona desértica, llevándose consigo únicamente tres líneas eléctricas. Todos sus restos no fueron encontrados hasta 1997. Por su parte, los cohetes disparados, pese a no alcanzar su objetivo, sí acabaron causando algunos daños en tierra con algún que otro incendio forestal que los bomberos tuvieron que sofocar. Sin embargo, afortunadamente no hubo que lamentar ningún daño personal pese a los diversos focos que se produjeron por la caída de los cohetes.
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