23 de julio de 2021

Moussambani, el olímpico al que la piscina se hizo larga: # 019 historia de la semana

Recién estrenadas las Olimpiadas de Tokio, que pasarán a la historia por ser las más extrañas por su aplazamiento y por el hecho de celebrarse a puerta cerrada, se cumplen 21 años de la gesta que protagonizó el nadador de Guinea Ecuatorial Eric Moussambani en los Juegos Olímpicos de Sídney. Moussambani fue invitado a las Olimpiadas gracias al sistema de cuotas para países en vías de desarrollo. Y llenó titulares por nadar los 100 metros libres solo, con el público en pie animándole (y alguien sufriendo, todo hay que decirlo) y terminando con una marca que superaba de más de un minuto la que hizo el campeón olímpico, el holandés Pieter van der Hoogenband.

Pero detrás de esta marca de récord negativo hay una historia de superación y de valentía. Moussambani, que entonces tenía 22 años, nunca había practicado natación. De hecho, ni le había pasado por la cabeza ser olímpico. No había visto nunca una piscina de 50 metros hasta el día que se zambulló en Sídney. No sabía hacer el giro al final de la piscina y el seleccionador sudafricano se lo enseñó. También fue él quien le regaló el bañador azul con el que compitió. Moussambani explicó que se clasificó para la cita olímpica «porqué que nadie más se presentó a las pruebas de selección para representar a Guinea Ecuatorial».

Entrenamientos en la piscina de 10 m de un hotel

La aventura que le cambió la vida comenzó cuatro meses antes de los juegos, cuando escuchó por la radio que el Comité Olímpico Nacional buscaba nadadores para ir a Sídney 2000. Sin pensarlo, se presentó a la cita, en su ciudad, Malabo, la capital, donde estuvo dos horas esperando solo en un hotel. Después de esta convocatoria, en el que resultó ser el único candidato, Moussambani se pasó de abril a septiembre entrenándose de 5 a 6 de la mañana (antes de que los clientes se despertaran) en la piscina de un hotel de Malabo que hacía algo más de 10 metros. Valor no le faltaba.

Y llegó la semana decisiva. El 15 de septiembre del 2000 Moussambani entraba al imponente Estadio Olímpico de Sídney junto con 3 atletas más de Guinea Ecuatorial. Le tocaba ser el abanderado de su país. No se podía imaginar que lo mejor aún estaba por llegar. El 19 de septiembre, el día D, se enfrentaba a dos nadadores más, pero estos salieron antes de tiempo (se dice que deliberadamente) y fueron descalificados. Moussambani nadaría solo. En los primeros 40 metros, el joven hizo una actuación aceptable. Recuerda que «el agua estaba muy limpia» y que se le hizo «raro ver cámaras allá abajo». El giro en la pared lo hizo casi a cámara lenta. El público se puso de pie: ‘Go, go, go’, rugía el estadio. Todo el mundo se preguntaba quién era ese joven que tenía problemas para completar los 100 metros. Cuando terminó, recibió la ovación de un campeón. Los medallistas le felicitaban, el público quería una foto con él, los medios le pedían una entrevista y Speedo le regalaba los bañadores que no había tenido para la prueba. Ian Thorpe (17 años, tres oros y dos platas) le dijo: «Enhorabuena, este es el espíritu olímpico».

De entrenador embajador

La hazaña de Eric Moussambani podría haberse quedado en Sídney. Como una anécdota. Pero trascendió más allá de la cita olímpica. En 2012, Moussambani fue nombrado entrenador del equipo nacional de natación de Guinea Ecuatorial, y hoy es embajador del deporte de su país y considerado un modelo a seguir en todo el continente. Eric, también conocido como la Anguila, consigue que miles de jóvenes africanos se entrenen duro (en ríos, muchas veces) para, un día, zambullirse en limpias piscinas de 50 metros y para hacer poner al público de pie, no de sufrimiento, sino de admiración absoluta. Moussambani es mucho más recordado que deportistas que, después de entrenarse durante años, sí consiguieron colgarse la medalla. A veces, el fracaso, pero también la valentía, tienen premio.

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